jueves, 19 de marzo de 2020

   A ratos,
la invisible presencia de una mirada de pájaro me recorre y alzo los brazos hacia el techo azul que nos envuelve, por encima del mundo, por encima de todo lo conocido  escucho el sonido de mi cuerpo, sin ruido. Bajo la sombra enorme del silencio.
El espacio sonoro se detiene y espera el graznido del cuervo, tal vez el paso de un ave exótica para reanudar lo irreconciliable.
Una fractura de carne más honda de lo que esperaba despierta el sonido
en medio del frío y el hambre, mi cuerpo palpita.
Hay un puente de vínculos sonoros, graves y agudas imágenes, un nudo de piernas y brazos sobre mi garganta.
Cuando la tormenta se vuelve llovizna en los ojos regreso al niño que sueña una canción.
En voz alta despierto una ficción, una teoría, una religión y voy pasando más y más irrealidades vacías, dogmas abandonados, sueños clausurados. Voy pasando y pasando una secuencia de agujeros y vacíos  por el visor de mi mirada,
Lo que ayer fue una vida hoy resulta una sustracción, una documentación de ausencia, lotes baldíos de dependencia, moteles, carteles luminosos de límites, declaraciones deglutidas a navajazos, ruinas.
Un tremendo esfuerzo por clasificar, marginar, por significar. Por un después sin visión. Un tremendo esfuerzo sin cumbre en un tiempo sin tiempo para la vida.
Nos enseñaron a obedecer sin cuestionar, a recorrer carreteras transitadas, a fotografiar una imagen de vida, a creer sin mirar, a aplaudir lo inexplicable y su violencia. A normalizar el ruido, a juzgar el caos, a aniquilar lo diferente, nos mostraron un teatro plagado de signos de muerte donde el odio es jerarquía.
Y nos perdimos.
Acumulamos desastres, destrucción, ratas y más ratas y sus alcantarillas.
Existimos en los días de otros, respiramos en sus cloacas y a ciegas apostamos por ellas.
A ratos,
lo invisible nos despierta
dejamos de dormir en las entrañas del monstruo
dejamos de esperar bajo su sombra el grito triunfal de una batalla que no nos pertenece,
de un canto desestonado
de un grito triturado en sus bocas para nosotros.
Dejamos de agonizar en su manicomio
obedientemente enajenados.